29 de marzo de 2024
Buen Ciudadano
INTERÉS GENERAL

El histórico Restaurante Pippo no pudo sobrellevar la pandemia y bajó la persiana

La crisis económica y social que genera el Covid 19 también tiene su consecuencia en el cierre del emblemático bodegón porteño de la gastronomía popular y genera una historia que nunca hubiéramos querido que se produzca, el cierre de Pippo.
El comienzo de este antiguo y renombrado restaurante comenzó el 2 de junio de 1937 en Montevideo 341 a pocos pasos de Corrientes, la avenida destacada por sus teatros, pizzerías y restaurantes a metros del obelisco porteño.
Pippo sedujo a sus comensales por sus sabrosos y abundantes “vermicellis al tuco/pesto” entre otras sugerencias del cheff, de un variado menú especializado en pastas caseras de elaboración propia, pero que también ofrecía una gran variedad de comidas entre parrilla y diferentes platos sobre la base de carnes de vaca, cerdo y pollo.
Si bien el local tenía un amplio espacio interno, en las noches de los fines de semana se obsevaban largas filas y hasta horas de espera. Pero una vez ingresados al local, la decoración de las paredes, sus mesas de madera, los manteles de papel blanquecino/grisáceo, el vino de la casa que se servía en el típico pingüino contenedor, los mozos profesionales de chaquetas impecables y un ambiente familiar, íntimo, de complicidad, donde el tiempo siempre parecía detenerse para disfrutar “hasta que las velas no ardan”
Un bodegón donde se fue haciendo un hábito terminar la noche con cena de amigos, a la salida de los teatros de la Avenida Corrientes o el Centro Cultural San Martín o luego de asistir a alguna exhibición de films del circuito no comercial de los cines de la zona.
Se mantuvo en pie durante ochenta y tres años y no solo conquistó a los amantes del buen comer, sino que llego al corazón de sus comensales que siempre eran bien atendidos por la categoría de sus mozos.
Los habitués más longevos revelan que si algún día las conversaciones se extendían después de la madrugada, siempre se podría ver allí, en alguna mesa cercana a figuras del ambiente cultural de nuestro país; el Negro Olmedo, Tato Bores, el Rey Palito Ortega, Jorge Porcel, Luis Alberto Spinetta, Edmundo Rivero, Luis Sandrini, Malvina Pastorino, Horacio Acavallo, Ringo Bonavena, el Mono Gatica, el Loco Gatti, entre otros grandes exponentes de la cultura nacional, agregaban a la velada un espectáculo aparte de acceso libre y gratuito.
En todo este tiempo, hasta los mozos pensaron en realizar una cooperativa como forma de sostener la apertura del restaurante, pero la crisis económica provocada por la pandemia de Covid-19 y las medidas del ASPO, Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, implementadas a partir del decreto presidencial el 19 de marzo pasado, terminaron por bajar las persianas de este histórico y querido punto de encuentro de varias generaciones de argentinos y por qué no decirlo, del turismo que nos visitaba, también.
Pippo se va a extrañar, no solo por los platos sabrosos sino por su magia, la buena onda, simpatía, la generosidad y el sabor inconfundible de sus porciones, las paneras y queseras repletas, todo: a precios realmente económicos. Una combinación de esas que cuesta encontrar y que, por supuesto se echará de menos.

Por Buen Ciudadano

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